Radio Proletaria Chiapas
Juan
Danell Sánchez
ALAI AMLATINA, 09/10/2014.- En historia, como en política, no existen las
coincidencias. Los hechos registrados son producto de proyectos y planes bien
definidos y que pueden estar diseñados para que sucedan a corto, mediano o
largo plazos. Todo depende de los objetivos que se persigan. Son producto de
estrategias de los grupos de poder, Estados y gobiernos. Un ejemplo de esto es
lo que vivimos hoy los mexicanos: el caos como catarsis del sistema
capitalista.
Hace 20 años y diez meses, al igual que hoy día, México experimentó la zozobra
y el miedo a la guerra, la sociedad vivió el pavor ante una posible revuelta
armada generalizada. En 1994 la razón de ello fue la aparición del Ejército
Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), en Chiapas, con el Subcomandante
Marcos al frente, que por cierto resultó ser una botarga.
En estos días del otoño de 2014, el origen está en el desgobierno que ha
criminalizado al país, lo cual ha desencadenado sucesos abominables como la
masacre de estudiantes normalistas en Ayotzinapa, Guerrero, y la violencia
desenfrenada de las bandas criminales en todo el territorio.
En aquel año entró en vigor el Tratado de Libre Comercio (TLC) firmado por
México, Estados Unidos y Canadá, que, no obstante la evidente asimetría de las
economías, en teoría catapultaría a nuestro país para pertenecer al grupo de
las naciones desarrolladas.
Se pusieron sobre la mesa todas las ramas y actividades productivas para su
libre comercio entre los tres países. Sólo se dejó fuera el petróleo mexicano.
En la IV Reunión Ministerial, realizada en Chantilly, Virginia (8 al 11 de
febrero de 1992), se logró un acuerdo tripartita para que las restricciones
constitucionales en materia de petróleo y petroquímica de México no se llevarán
a la mesa de negociación.
El resultado de eso, hoy, es que el vecino del Norte se convirtió en nuestro
principal socio comercial, dependemos en más de 80% de sus importaciones, la
producción nacional de exportación se concentró en aquella frontera, además de
que 60% de los alimentos que consumimos provienen de allá. Es decir, estamos
atados al mercado de los Estados Unidos.
Además, también, creció la pobreza, a 53% de la población total, y la quiebra
de medianas y pequeñas empresas. El campo está prácticamente desmantelado, así
lo demuestra la creciente importación de alimentos; y las oportunidades de
elevar la condición de vida del grueso de la población, cada vez se alejan más,
tanto que ahora son los empresarios quienes demandan que se aumente el salario
mínimo, porque ya entendieron que con el actual ingreso promedio de las
familias nunca se podrá dinamizar al mercado nacional.
En 1994 el miedo a la guerra fue la herramienta del Estado para sofocar la
protesta, la inconformidad y posible oposición a la entrada en vigor del TLC.
Veinte años después, es decir, en estos días de 2014, el Gobierno está
comprometido a hacer realidad lo que quedó pendiente en Virginia 20 años atrás,
con las grandes empresas petroleras y energéticas trasnacionales, que es
abrirles las reservas naturales de combustibles fósiles y generación de
electricidad, para lo cual estructuró la Reforma Energética y sus Leyes
Secundarias, que ya fueron aprobadas por el poder legislativo, pero que, sin
embargo, no cuentan con la aceptación de una gran parte de la sociedad, sobre
todo de aquellos que serán afectados en su patrimonio de manera directa y
contundente, como son las comunidades indígenas y campesinas.
Y aunque no se difunde en los medios de comunicación la protesta y resistencia
de los pueblos, a los planes de explotación de sus tierras por las
transnacionales, los hechos saldrán a la luz pública de una u otra forma, como
sucede con el desalojo de los habitantes de los terrenos de Texcoco, donde se
construirá el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México. Y cuando esto suceda, el
Estado tendrá que contener las expresiones de inconformidad y la solidaridad
que pueda despertar en el resto de la sociedad esa lucha.
En este caso, los signos de la estrategia gubernamental son claros. Se muestra
condescendiente, incluyente y hasta paternal, con las expresiones de
inconformidad de movilizaciones como la de los estudiantes del Instituto
Politécnico Nacional (IPN) y les resuelve a su favor el pliego petitorio que le
presentaron.
En el caso del asesinato de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa,
manifiesta su indignación por los hechos y sentencia que el crimen no quedará
impune. Remite la responsabilidad de los hechos a la autoridad local y estatal
de Guerrero. Destaca la complicidad, en la masacre, de esos poderes con las
bandas criminales que dominan la entidad, y gran parte del país.
Se hace del asesinato un teatro del terror, para que todo mundo lo vea. Exhiben
los cadáveres descarnados y la desolación de los deudos. Se juega con los
sentimientos de la sociedad e inspira a la protesta, al reclamo, pero sobre
todo se deja patente el horror de que la violencia llegue a generalizarse.
Anidan, así, el miedo en la conciencia de la sociedad, que por otro lado le
proyectan la benevolencia del Estado justiciero.
Y la voz del gobierno mexicano se escucha en los foros internacionales, de los
que recibe apoyo, aprobación y promesa de colaboración para el esclarecimiento
del crimen, como lo expresaron los Estados Unidos y la Organización de Estados
Americanos (OEA).
Así, los hechos justifican la presencia e incursión del Ejército y cuerpos
policiacos federales en todas partes para dar con los culpables, y éstos
podrían estar en cualquier lado, puesto que las bandas criminales han permeado
todos los sectores sociales y gran parte del territorio nacional.
En esa búsqueda, que en caso de que se dificulte podría recibir el apoyo
policiaco y militar del extranjero, también, de paso, se pueden apagar las
protestas y resistencias de los pueblos que se oponen a que las empresas
trasnacionales los despojen de sus tierras, haciéndolos pasar como cómplices de
los criminales. De esa forma se limpiaría el camino para que se cumpla con los
compromisos adquiridos en la Reforma Energética y sus Leyes Secundarias, como
sucedió con el TLC hace dos décadas. El sistema sigue firme.
- Juan Danell Sánchez es reportero mexicano, especializado en temas del campo,
indígenas y derechos humanos. jdanell1@hotmail.com
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